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El mundo bipolar

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Mensaje por LiLi Miér 3 Mar 2010 - 14:30

Vamos a entrar en el mundo del paciente bipolar. ¿Me acompañan? Conviene siempre tener presente, durante todo el recorrido, que en el bipolar se exagera un modo de funcionar universal que es inherente a la vida humana, del que todo disponemos: el antagonismo complementario de los opuestos.

Entre la oscilación inmoderada de la bipolaridad y la rigidez envarada de la esclerosis existe un punto de equilibrio posible que no se trata de una localización fija sino dinámica, de un punto que no es tanto un lugar preciso como un intervalo, una zona donde los antagonismos se hacen conciliables. En suma, una gama de matices.

Esto quiere decir que ser estático no se corresponde a una posibilidad sana de ser. La estabilidad por sí misma no debiera ser un valor terapéutico a conquistar, pero sí el movimiento proporcionado, la armonía móvil, la solidez flexible, el arraigo sin estancamiento.

Si consideramos como el rasgo característico de la bipolaridad su inestable vaivén cíclico, el hecho de que quien la padece va y viene, de un modo más o menos irregular, de un polo a otro entre la alegría y la tristeza, conviene considerar que tal alternancia, para ser considerada disfuncional, tiene que ser desmesurada y excluyente, es decir, debe reflejar esa imposibilidad interna de la persona para integrar polaridades, su dificultad de aceptar y de vivir en plenitud la ambivalencia. Desde el blanco al negro hay una variada progresión de grises, y en esto consiste la dificultad bipolar: su incapacidad para detenerse en matices y gradientes emocionales.

Textura de la bipolaridad

Las presentaciones típicas de la bipolaridad se manifiestan bajo la apariencia alternada y excluyente de depresión y manía, pero existe un gran grupo de apariciones en donde ambas series emocionales son contemporáneas y superpuestas, y se las conoce como "formas mixtas".

Esta última posibilidad no constituye una rareza sino más bien una condición bastante frecuente en la clínica, pero la simultaneidad de síntomas no significa integración ambivalente. Así es como ocurre, por ejemplo, en la manía disfórica (manía depresiva) o en la depresión agitada. Por otra parte, varias investigaciones clínicas muestran que esta manifestación de la bipolaridad es más virulenta, más resistente al tratamiento, más grave en sus síntomas y con el índice más alto de riesgo de suicidio, y es, al mismo tiempo, la que esconde el mayor grado de creatividad.

Pero ya sea bajo una u otra apariencia, la bipolaridad comparte un semblante o textura común que podría resumirse de la siguiente manera:

Oscilación inestable del humor

Mas allá del pasaje de un estado emocional a otro, existe una tendencia reluctante en este vaivén del humor a lo largo de la vida. Sin un motivo cierto, la persona salta de un pico al otro, y si esto puede observarse en lo puntual, al considerar la totalidad de su historia se aprecia que cada episodio forma parte de una cadena más abarcativa, de una serialidad repetitiva propia de la naturaleza bipolar.

Esta ciclicidad puede estar separada por mesetas, de aparente o real armonía, pero la posibilidad de caer en una fase de depresión o de manía está presente como una amenaza constante. De manera que la oscilación toma, aquí, la figura de algo recurrente pero impredecible. El día y la noche se suceden de un modo "estable"; en cambio, en el acontecer bipolar todo es incierto, cíclico e inestable. ["Ya es franca desazón lo que antes era risa" (Alfonso Reyes).]

Comportamiento irregular

Otro rasgo de las personas bipolares es la irregularidad y asimetría de sus conductas que no siguen, generalmente, una línea directriz previsible, sino que van y vienen de acuerdo con el termómetro emocional interior, "al compás de las hormonas".

Naturalmente, esto provoca que se resientan sus rendimientos en las distintas áreas de su vida y que aparezcan, ante los demás, como personas inconstantes y poco disciplinadas. Muchas veces, estos comportamiento son, además, explosivos, como un terremoto que brota de pronto, inesperada e inexplicablemente, tanto para el sujeto como para los que lo rodean.

Actitud frente a la fatiga

Los bipolares tienen un patrón, bastante propio, de ir cansándose progresivamente. Esto no se debe tanto a la fatiga, propia de un esfuerzo, como al aburrimiento que le provoca la rutina. De modo que, cada tanto, deben detener su actividad y hacer otra cosa para tratar de alejar esta vivencia, por que, cuando lo invade, siente que es un escenario que lo aplasta y del cual no puede escapar.

El observador inexperto, al ver esta actitud, deduce que el bipolar carece de voluntad y firmeza, y no le falta razón, pero esto ocurre por motivos diferentes a los que el piensa, No se trata, por ejemplo, de escasez de disciplina sino una necesidad de estimulación renovada y siempre creciente que, en caso de faltar, lo hunde en el tedio y el desinterés.

Pero hay que tener en cuenta que el puño de la depresión que aprieta en silencio el corazón del bipolar (aun en su manía) es, también, uno de los motivos de su agotamiento. Por una parte, consume su energía interior, y por otra, lo enfrenta a un mundo cargado de adversidad que lo aplasta. ["No, no es cansancio... / Es una cantidad de desilusión que se me entraña / en el pensamiento, / es un domingo al revés / del sentimiento, / un feriado pasado en el abismo..." (Fernando Pessoa).]

Vínculos y proyectos

Todo lo conectado con las relaciones y los proyectos representan un área conflictiva de importancia. El bipolar cambia rápidamente de postura frente a sus proyectos y afectos, le cuesta mantener relaciones profundas y durante mucho tiempo. Es muy usual encontrar, en las historias de estas personas, numerosas experiencias de cambio laboral, vocacional y de pareja, generalmente, con separaciones y desligues turbulentos. Esto se debe, en parte, a la búsqueda de la diversidad de experiencias como un alimento significativo del alma, a la complejidad de su mundo personal y a la tendencia a construir vínculos disfuncionales, enredados, tormentosos y atribulados, tanto con personas como con tareas y emprendimientos.

Reacción frente a situaciones nuevas

Los bipolares tienen una excitación inicial baja y una resonancia de corta duración. Puede ocurrir, sin embargo, que al inicio las nuevas propuestas tengan una fuerte intensidad que decae a poco de andar, como si en el transcurso del tiempo decayera la motivación.

Ocurre algo similar respecto a los objetos y a las personas: acercamiento afectivo fácil pero sin consecuencias prolongadas. Ahora bien, si este contacto les provoca mucha efervescencia, puede llegar a ser explosivo y sin transiciones. A pesar de la intensidad no por eso, sin embargo, deja de ser superficial.

Esto explica dos modelos interpersonales muy frecuentes del bipolar: no involucrarse (que los otros interpretan como falta de compromiso) y el contrario, el involucrarse totalmente, sin gradientes previos. En este sentido, es típico que cuando un bipolar conoce a una persona que le despierta atracción sexual reaccione, por ejemplo, de este modo: "Hola que tal, ¿Cómo te llamas? ¿Nos vamos a vivir juntos?". [Me recuerda el breve poema confesional del poeta mexicano Efraín Huerta: "En / cuestiones / de amor / (o como se llame) / siempre / he sido / un tanto / prematuro."]

Autodestructividad

Las personas bipolares poseen una gran propensión a destruir, con sus comportamientos, todo lo que construyen, sean vínculos afectivos, o bien desarrollos profesionales o laborales. "… Al borde estoy de ser / lo que más aborrezco: / Caín de lo que quiero", dice en estos versos, muy gráficamente, el poeta español Pedro Salinas.

Es frecuente encontrar, en sus relatos, un reconocimiento de que sus actitudes y obras fueron las causantes de sus pérdidas, tanto materiales como anímicas. Que, muchas veces, podían visualizar con anticipación el resultado final desastroso de sus actos, pero que, aun así, no podían detener la impulsión coercitiva que los avasallaba. Es que, en las profundidades de sus almas, se puede descubrir un inconsciente y apremiante sentimiento autodestructivo que los sojuzga y que, seguramente, está enlazado con la herida en la autoestima y la valoración personal que los bipolares cargan. Es como si sus conductas expresaran: "Nada puedo tener, porque de nada soy merecedor".

Esto conlleva mucho sufrimiento y penurias, soledad, dificultades materiales y de inserción social, que llenan el corazón con una vivencia dolorosa irreparable.

Sentirse incomprendidos

Otra faceta interesante de las personalidades bipolares es la sensación de ser incomprendidos, el estar convencidos de que nadie puede saber de sus males y, por lo tanto, que no hay quien pueda ayudarlo. "Los que llegan no me encuentran. / Los que espero no existen" (Alejandra Pizarnik). Esta vivencia es la madre del desconsuelo que, usualmente, anida en sus conciencias de un modo torturante.

La razón de la creencia de que no existe persona que pueda entender los motivos del "desastre de sus vidas" se debe, en parte, al hecho de que son ellos los primeros que ignoran las causas, seguramente por su manifiesta dificultad para bucear en los repliegues de su intimidad.

Esta vivencia de no tener interlocutores, en oportunidades, los conduce a excluirse de una vida social activa. Pero, a la larga, la soledad -tanto a los bipolares como al resto de las personas y tal como dice Camilo José Cela- "puede llevarnos a extremos desangelados". En la toma de esta actitud de aislamiento no están gobernados por sentimientos de orgullo o superioridad, sino arrastrados por una sensación de desarraigo y desconexión.

La sensación de no pertenecer se ha convertido, para el bipolar, en un "callejón sin salida", donde por momentos se siente: ["Inmóvil en la sombra, mudo como una planta, / sembrado, quieto, en un temor de nada, / con derrumbes de carne para adentro / pero sin haber muerto" (Jaime Sabines).]

Y del mismo modo como el sentirse incomprendido puede conducirlo al aislamiento, también puede llevarlo a la indiscriminación de sus conductas (por ej., la promiscuidad); pero el resultado es semejante en ambas reacciones: soledad, incomprensión.

Hay otro aspecto de este problema que se debe considerar con cuidado. Se trata de que el bipolar vive la realidad que piensa como evidente. Tal como expresan -con mayor precisión (y belleza) que mis palabras de terapeuta- estos versos de Pessoa: "Albergo en el pecho, como a un enemigo que temo ofender, / un corazón exageradamente espontáneo / que siente todo lo que sueño como si fuese real, / que acompasa con el pie la melodía de las canciones / que mi pensamiento canta, / canciones tristes, como las calles estrechas cuando llueve".

(Hago aquí una digresión que considero importante. Se podrá decir que, para fundamentar mis reflexiones acerca de la bipolaridad, "abuso" del gran poeta portugués Fernando Pessoa -y de sus famosos "heterónimos" (por ej., los versos anteriores los firma como Álvaro de Campos)- y de otros grandes poetas universales, en desmedro de reconocidos autores del campo de la Psiquiatría, la Medicina y la Psicología; es decir, que me baso en "ficciones" para describir un padecer tan real como el que nos ocupa; pero sucede que la poesía expresa mejor y más cabalmente las emociones -sobre todo, las de los bipolares- que cualquier obra escrita proveniente de la ciencia médica o las disciplinas psicofísicas. Y no exagero. Ya lo decía una autoridad como Aristóteles: "la Poesía es más verdadera que la Historia, porque ésta dice las cosas como fueron, y la Poesía, como debieron haber sido" -recuérdese aquí la tragedia griega y cuánto la estudió Sigmund Freud, por ej., deseoso de hurgar en el misterio del Inconsciente-. Desde luego, como terapeuta, uno tiene el deber de hacer silencio para escuchar y descubrir a la verdadera persona que se enmascara detrás de su sufrimiento y, sobre todo, de su discurso, sea éste poético o prosaico, realista o fantasioso, reticente o verborrágico, para acompañarlo, después, a encontrarse consigo mismo. Más aún: uno mismo, como terapeuta, debe estar muy despierto y muy advertido de los peligros de la fascinación por sus propios "versos", es decir, su propio discurso terapéutico, y volver sobre éste cada tanto para modificar "la letra" que deba ser modificada, sin miedo a nuevos errores o contradicciones (tan propios de los hombres, por otra parte...). Jorge Luis Borges decía: "Toda interpretación es una ficción que se agrega a la realidad". Y al fin de cuentas, la interpretación del padecer bipolar también es un discurso y, de algún modo, una ficción que se agrega a la realidad particular de quien sufre dicho padecer; por lo tanto, cualquier interpretación a partir de la cual se pretenda fijar para siempre un saber y una estrategia de cura o alivio de la bipolaridad, fracasará, pues ningún saber ni ninguna interpretación deben ser nunca unívocos, definitivos ni estáticos, sino dinámicos, es decir, deben permitirse oscilar como la vida misma, teniendo en cuenta, además, los nuevos aportes multidisciplinarios para el abordaje de este trastorno y, sobre todo, la historia personal, el talento a potenciar y la individualidad irrepetibles de cada paciente.)

Ahora bien, los sueños de los bipolares no son ficciones para ellos, y las imágenes mentales que los forman tienen existencia concreta y, el carácter multidimensional de éstas, hace que sean muy difíciles de poner en palabras (a los poetas les resulta un poco más sencillo...). Téngase en cuenta el hecho de que "cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa" (Alejandra Pizarnik). Por otra parte, lo que ellos "ven" como algo real es -para quienes que los rodean- el atisbo de una sombra que no pueden llegar a representar y, menos aún, comprender.

Atención flotante

Los bipolares suelen estar muy conectados y enlazados con su entorno de una manera muy peculiar e inconfundible: son atentos aunque no concentrados, ligados al contexto pero no al foco, perciben todo y no se demoran en detalles, sintetizan mucho y analizan poco. Este mecanismo les da una perspectiva y un registro de la realidad no habitual y los lleva a arribar a conclusiones (obtenidas por vía intuitiva) que sorprenden a los otros.

Concentrarse les resulta problemático y el esfuerzo que deben realizar para lograrlo aumenta su oscilación, ya que contraría una tendencia natural opuesta y los hace entrar en confusión.

El bipolar está más abierto a experimentar la totalidad de los estímulos de la realidad que el común de las personas. Esto puede acarrear que, por una parte, si se desconoce su modo de pensamiento, se lo considere disperso, cuando en realidad su diafragma perceptivo está muy abierto, y por otra, él sea propenso a los "fracasos escolares o laborales", dado que los requerimientos académicos siguen patrones totalmente distintos de su modo de funcionar.

Sin embargo, es bueno tener presente que lo que a los bipolares les falta en concentración, les sobra en atención, puesto que, al igual que los disléxicos, son "atencionales natos".

Voraz curiosidad

Esta singular relación con el entorno es un dato que se enlaza con la insaciable curiosidad que emana por todos los poros del bipolar. Esto hace que, muchas veces, estén "saltando" de una cosa a la otra y que sean evaluados como inconstantes, cuando en realidad están "devorando el mundo" con su percepción. ["... mis brazos insisten en abrazar al mundo" (Alejandra Pizarnik).]

La curiosidad se conecta con el horror bipolar al aburrimiento y el fuerte desarrollo de los sentimientos de interés, que no tienen otro objeto que el estar interactuando activamente sobre las cosas con las cuales se relaciona. Cuando el tedio lo embarga suele intentar escapar de esta situación recurriendo a tres mecanismos básicos: ensoñación creativa (sueña despierto), cambiar su foco de atención hacia otro centro de interés y ponerse en movimiento.

La curiosidad conduce al bipolar (niño o adulto) a la búsqueda de nuevas experiencias, a intentar aprenderlo todo, tocarlo todo, entrometerse en todo. Esto puede resultar, para los otros, una molestia ["Yo era la fuente de la discordancia, la dueña de la disonancia, la niña del áspero contrapunto. Yo me abría y me cerraba en un ritmo animal muy puro", (ídem)], pero el bipolar no está asistido por un afán de fastidiar a nadie sino que actúa en función de un empuje natural de huir del hastío y de explorar el mundo. Las travesuras infantiles son un buen ejemplo de esta disposición a la aventura del conocimiento que es un ingrediente importante de las cualidades bipolares.

El don de los matices

Desde una perspectiva positiva el oscilar implica la capacidad de poder ponerse en un punto de vista diferente del actual, lo que suele resultar una buena estrategia para comprender lo que no se conoce.

En este pasaje de un polo al otro, el bipolar va recorriendo una gama de gradientes a una gran velocidad. Esto le permite alcanzar, cuando está bien aspectado, el dominio de una vasta escala de emociones diferentes, en tiempo récord, y experimentar un arco muy amplio de tonos y matices afectivos en los vínculos y la comunicación.

Este talento -compartido con la creatividad- es inherente a la condición bipolar y, cuando el paciente está mal aspectado, permite comprender la oscilación como una manera de negarse a abrir las puertas al ensayo y la exploración de los gradientes afectivos (diferencias) y un correlativo refugio en las cimas emocionales de la tristeza y la alegría, con el objetivo de excluir cualquier posibilidad de cercanía, contacto y combinación entre ellas. El motivo de esta evitación a experimentar la ambivalencia hay que rastrearlo en la historia del bipolar.

Pensamiento concreto

Las formas del pensar reflejan maneras de vislumbrar y entender el mundo. El pensamiento bipolar es circular, dialéctico, dinámico, totalizador, pleno de cualidades sensibles, como una especie de sistema de conceptos vivos sumergidos en imágenes, de manera que, para él, el universo es una realidad concreta, plástica, pero sobre todo en movimiento.

Este tipo de estrategia cognitiva le implica atarearse con grandes bloques de información a mayor velocidad que su propia formulación verbal, lo que puede procurarle un mayor rendimiento intelectual, un mejor control del equilibrio emocional y el poder penetrar en áreas de la personalidad donde no existen palabras (el Inconsciente). Claro está que esto funciona como una disposición que está distorsionada en el bipolar pero indica la riqueza potencial de su mente.

Por otra parte, además de este rasgo, el pensamiento bipolar posee una orientación intuitiva y multidimensional. Lo primero lo lleva a ser capaz de arribar a conclusiones sorprendentes, aunque no pueda dar cuenta de los procesos que lo condujeron a tal respuesta, y lo segundo, a experimentar los pensamientos como realidades desde incontables puntos de vista simultáneos y con una gran intervención de todos sus sentidos.

Para el bipolar las palabras, tal como él las expresa, son imágenes sensoriales ["Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden", (Alejandra Pizarnik)], y una imagen de esta naturaleza no se puede fijar porque, cuando deja de sentirse, se pierde como tal, y no es posible encontrar vocablos suficientes para explicarlas ["Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme", (ídem)]. Esto da cuenta de la aceleración de ideas que por momentos los invade para intentar subsanar tal limitación.

Creatividad

Francisco Alonso Fernández señala que "se dispone de suficiente documentación para señalar que la personalidad ciclotímica, el terreno predilecto del trastorno bipolar, acumula rasgos positivos para la creatividad filosófica y de otras modalidades, debido a sumar como un privilegio facultades como las siguientes: el instinto de búsqueda de nuevas ideas o experiencias, la firmeza para mantener posturas poco convencionales, el espíritu de riesgo para la lucha social y el debate del pensamiento, entre otras...".

Esta afirmación del autor de El talento creador es coincidente con mis investigaciones al respecto, que apuntan a mostrar que la creatividad del bipolar se amplifica gracias, por una parte, al carácter concreto (por imágenes), intuitivo, multidimensional y dialéctico de su pensamiento, y por otra, a la curiosidad, esta actividad que Alonso Fernández ubica como "instinto de búsqueda de nuevas ideas y experiencias" y a la que Ronald Davis le atribuye la cualidad de ser una fuerza más intensa que la gravedad, la energía motriz que está detrás de la creatividad y de la evolución del hombre.

Torpeza

Los bipolares suelen tener conductas torpes, inadecuadas o desacertadas.

En sus relaciones interpersonales se manifiestan como desmañados y deslucidos, parecen ineptos y carecen de pericia para decir lo apropiado e iniciar o cerrar un vínculo de modo "prolijo". Esta inhabilidad les provoca frustración e invalidez.

¿Qué es lo que esta clase de torpeza genera en el bipolar? En el mundo interno, que disminuya su autoestima (ya de por sí decaída), y en lo externo, que se trabe y paralice, o bien que se acelere y se vuelva hiperkinético, aumentando, así, su incoordinación.

Un equivalente de la torpeza son las desorientaciones espaciales y la pérdida del equilibrio que frecuentemente padecen. Se marean viajando en vehículo terrestre y cuando éste está detenido sienten que se mueve, calculan mal las distancias, habitualmente se pierden...

Frente al reproche de los demás por sus frecuentes "torpezas" y "descuidos", un bipolar podría hacer suyas estas palabras del gran poeta mexicano Jaime Sabines: "Te dicen descuidado porque ellos están acostumbrados a los jardines, no a la selva".

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Mensaje por ezzelin Sáb 17 Abr 2010 - 3:52

....tengo dos semanas con el diagnóstico de trantorno bipolar II, además de la ciclotimia...me lo explicaron con manzanas y palitos para entender más a fondo mi caracter y personalidad. Describes muy bien lo que me sucede, excelente documento.
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